La mujer que tiene los pies hermosos
nunca podrá ser fea,
mansa suele subirle la belleza
por tobillos pantorrillas y muslos,
demorarse en el pubis,
que siempre ha estado más allá de todo canon,
rodear el ombligo como a uno de esos timbres
que si se les presiona tocan "Para Elisa",
reivindicar los lúbricos pezones a la espera,
entreabrir los labios
sin pronunciar saliva
y dejarse querer por los ojos del espejo.
La mujer que tiene los pies hermosos
sabe vagabundear por la tristeza.
Benedetti